Biblioteca Popular José A. Guisasola





Hacía veintisiete días que no llovía. ¡Veintisiete! Los gnomos estaban preocupados.

—Hum —decía uno de ellos—, si sigue así perderemos la cosecha.

La posibilidad de que eso ocurriera los asustaba.

—¿¡Y qué comeremos durante el invierno!? —exclamaban.

La solución no era fácil. La tierra podía ser abonada para que rindiera más; los surcos podían trazarse muy derechitos con arados tirados por cascarudos que eran fuertes como bueyes; las plantas, podadas y cuidadas de mil maneras para que no se las comieran bichos malos, pero si no llovía... si no llovía...

—¿Qué pasa si no llueve? —preguntó un gnomo pequeño a su papá.

—Nada podemos hacer si no caen las benditas aguas del cielo —contestó el padre—. Sólo prepararnos para soportar un invierno con poca comida y mucho frío.

Los mayores sabían muy bien lo que eso significaba. Los gnomos necesitaban como nadie las calorías de sus alimentos para sobrellevar el largo período de las bajas temperaturas. Durante ese tiempo, encerrados en sus casas bajo los hongos multicolores, comían y sólo salían si un rayo de sol les hacía señas de que podían hacerlo.

—¿Y si vamos a ver a Barbuz, el gigante? —preguntó uno de ellos.

—¡¿Barbuz?! —exclamaron todos, y se miraron como diciendo "qué idea tan loca".

El gigante Barbuz vivía no lejos del prado de los gnomos y se llevaba bien con ellos. Pero el trato no era frecuente porque los gnomos tenían miedo de que Barbuz los pisara. Es que el gigante tenía, por qué negarlo, tanto de bueno como de torpe.

Con los años habían llegado a ciertos acuerdos. Los gnomos no se aventuraban por las tierras de Barbuz sin avisar, ni Barbuz por las de los gnomos. Si Barbuz estaba feliz, debía gritarlo, porque de esa manera avisaba a los gnomos que la tierra comenzaría a temblar debido a los saltos de alegría, verdaderos terremotos provocados por sus brincos. Dicho sea de paso, y dicho sea en favor de Barbuz, hacía rato que eso no ocurría.

—Con probar no perdemos nada —dijo uno de los gnomos. Y un grupo elegido por todos se encaminó a entrevistarse con el gigante.

Los gnomos iban cantando una marcha que decía "todos juntos, todos contentos, todos al campo sin un lamento". Y no era que estuvieran contentos, pero el canto a coro era la forma de anunciar a Barbuz que se acercaban.

—Qué raro, no nos responde con su silbido insoportable —dijo uno de los gnomos. Así que llegaron con suma cautela hasta la puerta misma de la casa de Barbuz. Y allí estaba él, efectivamente, sentado en su banco de madera, de espaldas... ¿dormido?

Los gnomos lo rodearon en silencio. Pero Barbuz no estaba dormido sino concentrado en la lectura de un libro. Ah, leía, menos mal. Los gnomos no quisieron molestarlo; esperarían a que terminara de leer, y luego le hablarían.

Pero entonces, pasó algo increíble. Una lágrima rodó por la mejilla de Barbuz, fue a dar al piso y salpicó a los gnomos.

—¡Eh!, ¿qué te pasa, Barbuz? —exclamó, entonces, uno de los gnomos.

—¿Qué hacen ustedes acá? —preguntó Barbuz.

—Venimos a verte. Pero, ¿por qué llorás?

—Estoy leyendo una historia muy triste. Una princesa, un dragón, un rapto, un rey que no sabe qué hacer, la princesa que sufre, el caballero salvador que no aparece, el dragón que se frota las garras... ¡Buaaaa!

Y el pucherito de Barbuz despidió otra lágrima que empapó a los gnomos.

—Ya sé —dijo, entonces, uno de ellos—. Que en un rato la abuela Kosita se presente en la colina.

—¡¿Qué?! —preguntaron los demás.

—Sí —dijo el primer gnomo—. Y vos, Barbuz, no llores por ahora. Vení con nosotros hasta la colina que te tenemos una buena sorpresa.

La abuela Kosita era la gnoma más vieja del bosque. En invierno, cuando los gnomos se juntaban en la casa de alguno de ellos para compartir la comida y pasar el tiempo, la abuela Kosita les contaba muchas historias, bellísimas historias, increíbles historias, tristísimas historias.

Barbuz y los gnomos se dirigieron a la colina desde la que se veía el sembradío, justo al lado del bosque. Era un hermoso atardecer, el sol se tiraba como pelota por detrás del horizonte, los grillos ya comenzaban a rascar sus guitarras de alambre... todo era lindo. Lástima que ni pizca de lluvia.

—Hola, abuela Kosita —dijo Barbuz, a quien la gnoma vieja le caía simpática.

—Hola, Barbuz —contestó Kosita, con su voz algo tembleque.

—Abuela Kosita —dijo entonces el gnomo que la había mandado llamar—, ¿cómo era esa historia de Romeo y Julieta, los enamorados que pertenecían a familias que se odiaban?

—Ah, sí —dijo Kosita— ¿Quieren que la cuente?

—Sí, sí —dijo Barbuz y se acomodó en el pasto.


La abuela Kosita comenzó el relato. Romeo y Julieta se habían enamorado uno del otro, se amaban con pasión, querían casarse y vivir juntos toda la vida, ¡pero las familias de ambos se odiaban a muerte! ¡No consentían el romance! ¡Imposible! ¡Imposible! ¡Oh, amor, amor, herida absurda!

Tras oír buena parte del relato, Barbuz no pudo más. Emocionado (todos lo estaban), soltó una lágrima, luego otra. Al rato lloraba desconsoladamente y casi no oía el final de la historia. Sus lágrimas, que no podía contener, ya eran un río.

¡Un río! Sí, cayendo de la colina, ese río emocionado comenzaba a regar la siembra de los gnomos. Las plantas, felices, soltaban algunos brotes o paraban sus flores como los perros paran las orejas. La solución a la sequía había llegado.

Así que Barbuz lloraba y los gnomos reían. Y Kosita, concentrada hasta el final en su relato, no entendía bien lo que sucedía.

El sol, que estaba por tirarles su última bufanda antes de irse a dormir, pensó: "Que Barbuz y Kosita no se hagan muy amigos porque, si no, los gnomos saldrán de la sequía para entrar en la inundación''.

Pero ese es un problema para otro cuento.



FIN


De: Cuentos más o menos contados. Edit. Alfaguara.


Cuentos más o menos contados / Oche Califa;
ilustraciones de Carolina Farías.
Series Serie morada (Alfaguara infantil)
Alfaguara, 2009


Un día, los animales se ponen a contar historias. ¡Y el resultado es de lo más disparatado! Una jirafa un poquito mentirosa narra a los animales de la selva lo que ella puede ver más allá del horizonte; una abuela logra emocionar a un gigante con la tragedia de Romeo y Julieta, y hasta los personajes más populares de la literatura infantil se dan cita para escuchar un cuento. Este singular enredo de historias llevará al lector por el increíble mundo de la imaginación y de la fantasía.

Índice:
- La vida después del horizonte
- Una historia con príncipes y pingüinos
- Los cuentos del Tío Saurio
- Un cuento en el bosque
- Los gnomos y el gigante sentimental
- Una historia poco creíble
- Metidos en un sueño
- Una mosca de la gran suerte
- Un cuento más o menos contado.


Visto y leído en:
Sitio Web: COLEGIO SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - La Plata
http://www.elsagrado.com.ar/imgs/archivos/Los%20gnomos%20y%20el%20gigante%20sentimental%20de%20Oche%20Califa%20(2).pdf


“La lectura abre las puertas del mundo que te atreves a imaginar"

"Argentina crece leyendo"


Créditos: Garabatos sin © (Adaptación de Plantillas Blogger) ❘ Ilustraciones: ©Alex DG ©Sofía Escamilla Sevilla©Ada Alkar

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